Las plantas se sienten atacadas y se defienden con agresividad.
Las moléculas de su polen son 27 veces mas potentes que hace 20 años. Y nosotros sufrimos las consecuencias.
Sábanas y colchones antiácaros, un filtro de aire especial para el coche, un antihistamínico de última generación que no produce somnolencia y un gato antialergénico que cuesta un ojo de la cara (9.000 euros).
El arsenal que los alérgicos usan en su batalla anual contra el polen ha ido haciéndose cada vez más sofisticado. Pero este año, como ocurre en los ejércitos modernos, casi no tendrán oportunidad de demostrar su eficacia.
Según las previsiones de los alergólogos, la sequía del invierno va a dar una tregua a los 11 millones de españoles que se pasan los meses de abril a junio pegados a un kleenex.
La concentración de gramíneas será la mitad que el año pasado: 3.500 granos por metro cúbico de aire frente a los casi 7.000 del año pasado. La lucha contra las alergias va a ser casi un paseo militar. Pero ¡ojo!: quizá sea una victoria pírrica, porque los médicos pronostican que la guerra la estamos perdiendo. Las alergias reclutan cada vez más víctimas en Occidente, sin que los investigadores consigan averiguar el porqué.
El peligro es diésel El polen no es lo que era: se ha convertido en un superpolen, 27 veces más potente que el de hace 20 años, según la Sociedad Española de Alergología.
En los próximos 30 años afectará a la mitad de los europeos. Su potencia alergénica ha aumentado; antes se toleraban incluso concentraciones mayores que las registradas ahora. En ciudades como Londres, donde se ha hecho un seguimiento de los niveles de polen en los últimos 30 años, se ha comprobado que los actuales son inferiores, lo que ocurre es que ahora los alérgenos son mucho más agresivos que antes.
Buscando una posible explicación a los superpoderes de los alérgenos, los médicos se encontraron con un dato llamativo: en las grandes ciudades se registra el doble de alergias que en las zonas rurales.
Si analizáramos los elementos de un metro cúbico de aire de la atmósfera de Madrid o Barcelona nos encontraríamos con óxido de nitrógeno, ácido sulfúrico y varios cientos de contaminantes. Pero los alergólogos fijaron su atención en uno de ellos: las partículas de diésel.
Tras muchas investigaciones ha quedado demostrada su relación con la virulencia de la reacciones alérgicas. Gabriel Gastaminza, alergólogo de la Clínica Universitaria de Navarra, explica que: “El minúsculo tamaño de estas partículas las convierte en unos vehículos muy eficaces para transportar los alérgenos hasta lo más profundo de los pulmones”. Y, además, tienen un segundo efecto: “Aumentan la capacidad de los pólenes para producir inflamación en las vías aéreas”.
Un estudio realizado por la Sociedad Española de Alergología demostró esta teoría en uno de los síntomas más frecuentes entre los enfermos: el asma. Escogieron para ello dos localidades relativamente próximas entre sí, Ciudad Real y Puertollano, que comparten el mismo tipo de polen pero presentan niveles de contaminación muy diferentes.
En Puertollano están localizadas varias empresas petroquímicas y de fertilizantes que emiten gases contaminantes a la atmósfera, mientras que Ciudad Real es una población básicamente de servicios.
El resultado fue que un 24% de los alérgicos de Puertollano tuvo que ser atendido en Urgencias u hospitalizado por su enfermedad durante la época de mayor concentración polínica, frente a un escueto 14% de los de Ciudad Real.
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